23 mayo 2007





SAN ISIDRO


En los días isidriles, Olga Ramos renacía como las golondrinas que cada primavera aún anidan frente a su ventana.
Disfrutaba con lo cotidiano, nunca ambicionó más que un vaso de horchata en Rosales o deleitarse con el repiqueteo de un organillo prendido de cualquier esquina,
Pero lo que más le satisfacía era su reencuentro anual en Las Vistillas con el pueblo llano. Cuantas veces actuó por amor… por amor al arte y al Madrid de sus entretelas y es que se consideraba pagada con creces con los vítores y aplausos que le dedicaba el gentío.
Entre sus recuerdos más queridos estaba aquel: “¡Olga, no te mueras nunca!” que un chulapo le dedicó tras pregonar en la cabecera del Rastro las Fiestas de La Paloma.
Castiza por los tres costados, que el cuarto era castúo, Olga bebía los vientos por Madrid y lo amó sin medida y sin pedir nada a cambio que es la forma más generosa de amar. E hizo bien porque así se evitó el sufrimiento de comprobar lo olvidadiza que es esta Villa. ¿O serán sus regidores los de la flaca memoria?

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06 mayo 2007






EL VISÓN DE LAS CHULAPAS



Olga Ramos solía decir: “Con un mantón sobre los hombros, me creo la reina del mundo” o “Yo no me pongo visones, me pongo mantones”.

Nadie como ella para arrebujarse en su mantón o estirárselo, brazo en alto, con el empaque de su enorme personalidad.

Nunca se vistió de madrileña, prefería cubrir su traje de noche con un buen mantón. Llegó a tener tanta afición que compró más de veinte aunque, por el uso, sólo son “ponibles” media docena.

A todos les bautizó: el de La Lola, el del agente de seguros, el de la señora del mantón, el de Úrsula López, el de la Expo 92 (porque medio mantón representaba las flores del parque de María Luisa y el otro eran chinitos y pagodas) el Valenciano, el del divorcio (porque una señora se lo vendió para pagar los gastos) etc…

El mantón, aunque se llama de Manila, procede de la China. Parece ser que todo el comercio que en aquella época llegaba desde el Oriente a España pasaba por la aduana de las Islas Filipinas que, por entonces, eran españolas. Entraban por el Sur hasta Sevilla y algo que muy pocos saben: no tenían fleco. Este precioso remate se le ocurrió a un artesano sevillano que añadiendo ese elaborado trabajo árabe dio al mantón un acabado espectacular y mucho más valor.


“Mantoncito de Manila
viejo pañuelo chinés
que se ciñe y se perfila
de los hombros a los pies
como si de carne fuera…”

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22 abril 2007




PASTORA IMPERIO (2ª parte)



Mariano Benlliure esculpió su figura en la escultura “La bailaora” y Romero de Torres, que la pintó varias veces, la plasmó en el lienzo “La consagración de la Copla“. A Raquel Meller se la oyó comentar “Pastora Imperio canta por decreto”. Y es que Pastora era mucha Pastora...

Manuel de Falla le dedicó “El amor Brujo” que en 1.915 estrenó en el Teatro Lara de Madrid. Se retiró en diversas ocasiones, reapareciendo otras tantas. Tenía 69 años cuando se presentó en el Eslava en un espectáculo de Luis Escobar bailando y cantando el "Tango del Morrongo", insinuante pieza musical de la Revista “Enseñanza Libre”. Pastora Imperio que supo engranar el baile con el cuplé y la tonadilla consiguió éxitos tan notables como: “Macarenas”, “Achares”, “Guitarra agarena”, “Pastora ha vuelto” y “La nieta de Carmen”.

Considerada la artista más representativa de su época, Pastora, autodidacta y renovadora del baile flamenco, creó su propio estilo. Estaba en posesión entre otras muchas distinciones del Lazo de Dama de Isabel la Católica y la Primera Medalla de Oro de la Semana de Estudios Flamencos de Málaga. Inteligente, afectuosa y muy generosa para con los suyos, disfruto de un retiro feliz rodeada del cariño de su familia. Falleció de un paro cardiaco en su domicilio de la calle O`Donnell el 14 de septiembre de 1979.

Su tumba se encuentra en la Sacramental de San Justo y Pastor en el patio de San José y San Pedro, un recinto techado que, precisamente por estar cubierto, es lugar predilecto entre los gitanos.

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12 abril 2007




PASTORA IMPERIO (1ª parte)


Nace Pastora un Domingo de Ramos del año 1889 en el barrio sevillano de la Alfalfa, fruto de la unión de Víctor Rojas, sastre de toreros y de la bailaora gitana Rosario Monge "La Mejorana". El padre enferma y en busca de mejor fortuna viajan a Madrid y se instalan en una casa donde tiene su academia de baile Isabel Santos. Con 13 años debuta en el Salón Japonés; le acompaña una muchacha llamada María con la que forma el dúo "Las Imperio”. Un día D. Jacinto Benavente, tras verla bailar, exclama: “¡Esta Pastora vale un Imperio!” Y así queda bautizada.

Fundamentalmente, bailaora -nadie como ella para alzar esos brazos de alabastro al compás de alegrías, soleares o tanguillos. Pero Pastora también canta y se hace célebre con “El Garrotín”. Chótis y cuplés forman parte de su repertorio: “SM el Chótis”, “Luis”, “Viva Madrid” o “La pena, pena”. El 20 de febrero de 1911 en la iglesia de San Sebastián de Madrid se casa con el torero Rafael El Gallo pero el matrimonio apenas dura un año. Del motivo de la ruptura nunca se supo pues, como si hubieran acordado un pacto de silencio, jamás hicieron comentario alguno.

Pastora fue una mujer carismática, simpatiquísima y con gran sentido del humor. Y si no vean lo que le contestó a un entrometido reportero:
-¿Cuál es para usted el ideal de la dicha terrestre?
-El arroz con pollo.
-¿Cuál es para usted la más estimable virtud?
-La de no molestar con preguntas indiscretas.

Su hermosura no tenía parangón pero lo más llamativo, además de su mayestática estampa, fueron sus ojos verdes que inspiraron a más de uno. Graciano y Font de Anta le dedicaron: “Porque a Dios le dio la gana en sus divinos antojos he nacido yo gitana sin tener negros los ojos… ” De ella dijo Benavente: "Es la escultura de una hoguera". De Álvaro Retana son estas palabras: “Ella, con el fulgurante verdor de sus ojos maravillosos, emboscados como esmeraldas bajo el arco frondoso de sus cejas, su nariz respingada, su cabellera, comparable a una noche sin luna y sin estrellas y su porte majestuoso, impresionaba al auditorio con su sola aparición en el tablao.”


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(extraído del libro "El cuplé, crónica de una época", de Olga María Ramos)

10 abril 2007




PEDRO ITURRALDE, una leyenda urbana


Hay experiencias que uno no debe perderse por eso, ayer me encaminé a la emblemática Sala Clamores para presenciar el concierto de Pedro Iturralde.

La sala había ido llenándose de ese público especial que escucha y gusta de impregnarse de arte, de calidad.

Llegó el maestro en el último momento, sin necesidad de previas meditaciones. Los grandes, los sabios no precisan ponerse en situación porque lo están desde el momento que pisan el escenario.

Y comenzó el concierto. Los tres músicos acompañantes: Mariano Díaz al piano, Miguel Ángel Chastang, contrabajo y Carlos Carlirn en la batería, impecables en su ejecución y Pedro Iturralde acariciándonos en su evocación perfecta: “La Suite Helenique” con la que nos llevó caprichosamente de acá para allá, por inusitados parajes que evocó con su maestría fuera de toda duda.

Pedro Iturralde, joven corazón, sentimiento, coraje y terciopelo porque, al final, lo que se te graba en el alma es el sonido cálido de sus instrumentos…

Ayer me hice un regalo: vi a Pedro Iturralde



Olga María Ramos



http://www.pedroiturralde.org

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04 abril 2007





MARTÍNEZ ABADES, PINTOR DE CUPLÉS

Olga María Ramos
Enero 2007




Martínez Abades colgó los pinceles
para pintar notas y poesía
Cambió el lienzo impoluto
por pentagramas vacíos
a los que puso luz…
la misma
que ya había plasmado en sus marinas

Mala entraña, Mimosa,
Agua que no has de beber…
volaban
como paxarinos
del papel
a los labios sensuales de las cupletistas

Castizo inexplicable
se inventó El Cipriano
o trazó en el aire
el castillo de Flor de Té

Si fue grande en sus cuadros
sus bellas partituras
dibujaron sonrisas

Embrujó,
asombró.
logrando, a veces,
una lágrima…



Juan Martínez Abades - Gijón, 1862. Madrid, 1920 – fue un reconocido pintor marinista considerado como el más interesante de su tiempo por el número y la calidad de su obra. Desde pequeño mostró innatas cualidades no sólo para la pintura, sino para la música.

Además de sus numerosos y maravillosos cuadros, Martínez Abades compuso letra y música de cuplés tan famosos como “Flor de Té”, “Mala entraña”, “Amor de muñecos”, “Agua que no has de beber”, “Mimosa”, etc…

De él es también el celebérrimo chótis “¡Ay, Cipriano!” del que Olga Ramos hizo su buque insignia llegando incluso a inventarse un monólogo previo en el que relataba su love story con el Cipri que no era otro que mi padre al que Olga rebautizó con ese nombre.

Pero volvamos a Martínez Abades… Muchos de sus cuplés se acompañan de este cadencioso y castizo ritmo que, merced a su arte, pierden la chulería para refinarse como en el caso de Mala Entraña ¿Quién diría que tras este sentido cuplé se esconde un chótis?

Serranillo, serranillo,
No me mates gitanillo
¡Qué mala entraña que tiés pa mí!
¿Cómo pués ser así…?

Otro día hablaré del embriagador y delicado género del cuplé y los múltiples ritmos y estilos que encierra…

Imagen extraída del catálogo de la Exposición homenaje a Juan Martínez Abades. Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo.

25 marzo 2007






Blanquita Suárez, precoz tiple cómica que debutó a los 14 años, había nacido en San Sebastián. Se dedicó fundamentalmente a la opereta, la revista y el género chico.
En 1918 se presentó como estrella de variedades en el Dorado de Barcelona y fue en la Ciudad Condal donde logró sus mayores triunfos. También se interesó por el cuplé y cantó los compuestos por Padilla y Retana. Este último le compuso “El fado Blanquita”.

En el género revisteril protagonizó, entre otras, “El sobre verde”. De esta revista surgió el popular chótis “Soy la garçon”. Mi madre, que del escenario hacía una cátedra, solía puntualizar: Hay que decir “Soy la garçon, çon, çon… con el pelo cortao” y no “Soy la garçon, con, con… con el pelo cortao”. Erudita que era…
“La Blanca doble” de Jacinto Guerrero, calificada como humorada cómico lírica, se estrenó el 5 de Abril de 1.947 en el Teatro de La Latina de Madrid. De ella se hicieron famosos varios números. Uno de ellos era una samba titulada “Moreno tiene que ser”.
Era frecuente ver al propio maestro Guerrero dirigiendo la orquesta. Me imagino lo bien que se lo debió pasar Don Jacinto observando en primera línea a vedettes y vicetiples. Quizás por eso compuso tanta revista… “El sobre verde”, “La orgía dorada”, “¡Cinco minutos nada menos!” o la ya nombrada, “La blanca doble”; y que conste que esto lo digo con humor y un gran respeto por el que compuso inolvidables zarzuelas como La Alsaciana, La Montería, El Huésped del Sevillano, La rosa del azafrán, El canastillo de fresas y la que se considera más taquillera de todas: Los Gavilanes.

Otro afortunado chótis fue “Con una falda de percal planchá” de la obra “Cuadros disolventes”, libreto de Perrín y Palacios y música del maestro Nieto y que se estrenó en el Teatro Príncipe Alfonso el 3 de julio de 1896. En la Biblioteca Virtual Cervantes encuentro estos comentarios sobre su estreno:

“¡Qué alborozo entre los espectadores! ¡Qué bulla, risa va, risa viene, mientras la cantante lucha por hacerse oír! Se trata del chotis de “Cuadros disolventes”. El cantable se propagó extraordinariamente, y todavía hoy anda con gran facilidad en la memoria de las gentes, aunque casi nadie conozca exactamente su origen. Fue utilizado multitud de veces. Arniches, incluso, lo saca a relucir en El santo de la Isidra”.

Por cierto, Beauty of Chaos nos explica en este mismo espacio, el martes 14 de noviembre de 2.006, y con el título “Prehistoria del cine”, qué son estos misteriosos cuadros disolventes…

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19 marzo 2007





DEL SCHOTTISH AL CH0TÍS (2ª parte)



El chótis con sabor alemán llega a Palacio y es la Reina Isabel II la que la noche del 3 de Noviembre abre el baile a los sones de aquella danza disfrazada de polka. Tan popular se hace en la Corte que la Reina da orden de que se construya un teatro dentro de palacio y organiza bailes donde el chotis es la pieza de moda.
Pero donde arraiga de verdad, donde el chótis se declara madrileño, donde se rebela y pasa a ser un baile agarráo, es cuando el pueblo se lo apropia y el chótis se transforma y adquiere identidad.

Las cupletistas lo incorporan a su repertorio y hasta la genial Pastora Imperio interpreta, en los albores del siglo XX, “SM el Chótis” de Montesinos y Font de Anta. Raquel Meller, exquisita cupletista que arrasa por los escenarios de América y Europa, hace una peculiar versión del Chótis “La garçon”, al que le cambian el argumento titulándolo “Soy de Madrid”.

También encuentra el chótis buen acomodo en la revista, género tan olvidado como sugestivo y que muy bien podría competir con los musicales que invaden la Gran Vía madrileña. De la revista “Las cariñosas” del granadino Francisco Alonso se destaca “La Lola” que se independiza del resto de la obra y triunfa en solitario:



La Lola
dicen que no duerme sola
porque han visto a un mozalbete
que la ronda por las noches
y no ven donde se mete, mete, mete…


Celia Gámez, la más madrileña de las argentinas, bordaba el chótis de “El Pichi” y Olga Ramos hizo de “El Cipriano” su buque insignia.

El embrujo del chótis prendió en la inspiración del gran Agustín Lara creando “Madrid” el más internacional de los chotíbiris. También el argentino Mario Clavell (autor del bolero “Somos”) le dedicó uno titulado: “¡Mucho Madrid!” con letra de Mingote y para no ser menos, Luis Aguilé escribió “Hay que mantener las tradiciones”.

No quiero terminar esta relación brevísima de compositores sin nombrar a Enrique Ramírez de Gamboa “El Cipri” cuyo chótis-protesta “Si te casas en Madrid” es considerado Himno de las Asociaciones castizas.


Si en Valencia tienes fallas
y el encierro en San Fermín
que nos dejen, por lo menos,
las verbenas en Madrid
y si alguno no comprende
nuestro modo de sentir
yo le digo: ¡forastero!
que aunque no seas tú de aquí
lo serán tus herederos
¡si te casas en Madrid!


Bibliografía:
“Parentescos sorprendentes” Dr. D. Fernando Navarro, Guión de Olga María Ramos para su programa en Radio Sol XXI


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15 marzo 2007




DEL SCHOTTISH AL CHOTÍS 1ª parte


Siempre he pensado que una ciudad, para conocerla a fondo debe ser degustada, vista y oída.

Madrid, bellísima capital cuya contemplación te arroba, adquiere más contundencia si saboreas un buen cocido madrileño o esos deliciosos soldaditos de Pavía que te sirven, tras algún que otro empujón, en Casa Labra, cerca de Sol.

Madrid, “la ciudad sonora” como la definió Víctor Ruiz Albéniz (a la sazón abuelo del Alcalde actual) está huérfana, por ejemplo, del castizo soniquete de un organillo brindando en cualquier esquina los compases de un buen chótis. Madrid, ciudad cosmopolita donde las haya, se ha quedado sin música autóctona y ni siquiera la Zarzuela, joya indiscutible de nuestra música o la deliciosa Revista, se pueden contemplar y escuchar asiduamente. Pero como nuestra lírica tiene aún buenos defensores, déjenme que yo me ocupe y les cuente la historia, sin duda rocambolesca, del chótis o chotís (que de igual forma se acentúa).

Parece ser que en sus comienzas andaba disfrazado de country dance popular danza que bailaban los campesinos escoceses, es decir, schottish ¿van viendo el parecido?

A comienzos del siglo XVIII pasó de Escocia a Francia y allí se popularizó siendo llamado el baile anglaise o écossaise. Treinta años más tarde ya andaba por Alemania donde músicos de la talla de Beethoven, Schubert o Chopin compusieron écossaises para piano. El baile fue evolucionando hasta el punto que surgió una variante a la que llamaron Schottish (palabra alemana que significa "escocés"). En 1840 el Schottish desaparece de Alemania al ser desplazado por la polka Checa. Pero aquello no significó su desaparición… aún le quedaban al schottish muchos caminos que recorrer. Y en su deambular fue a parar donde le dieron mejor cobijo: Madrid.

(continuará…)


Olga María Ramos
Publicado en la revista Viajes y Turismo

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Organillo tocando el chotís Madrid


05 marzo 2007






LA FORNARINA


Quizás, la mejor definición de La Fornarina, sea la que nos brindó el escritor Antonio Zozaya:

ESTA MUJER SIGNIFICA, EL PUEBLO ASPIRANDO A MÁS ALTO ESPACIO ESTÉTICO

“En la madrileña calle de Areneros, actualmente llamada del Marqués de Urquijo, vino a nacer Consuelo Vello Cano, el 28 de Mayo de 1.884. Su padre, Laureano Vello Álvarez, un modesto guardia civil procedente de la villa orensana de Destri; su madre, Benita Cano Rodríguez, lavandera y paisana de la Cervantina Dulcinea.
Desde muy chica, Consuelo acompañaba a su madre al río Manzanares, donde ésta relimpiaba otras ropas (además de las suyas) para ayudar a la economía familiar. ¡Cuantos fríos pasaron ambas al sumergir una y otra vez sus delicadas manos en las heladas aguas del aprendiz de río...!
Por aquel entonces y tras una jornada entera lavando, ganaba Consuelo dos pesetas. La dureza del trabajo y el exiguo salario, la decidieron, seguramente, a tomar otro rumbo…”

Así da comienzo la biografía que escribí sobre esta delicada y pícara cupletista por la que siempre he sentido especial predilección y que alcanzó, en su corta vida, enorme éxito y cariño del público.

Años más tarde de su fallecimiento, ocurrido a los 31 años, mi padre El Cipri le dedicó un cuplé titulado “La Sinventura” que en su primera parte dice así:


“Si bajas a la feria de San Isidro
acércate al recinto de los silencios
donde bajo amapolas y azules lirios
duerme La Fornarina su sueño eterno
Puede ser que su lindo polichinela
Al que ella cantando dio movimiento
vele fiel su descanso cual centinela
mientras penden sus hilos del firmamento”

Olga María Ramos

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(fotografías extraídas del libro "Historias del arte frívolo", de Álvaro Retana)

28 febrero 2007





MANTÓN





Olvidado y triste
reposaba el mantón
en la almoneda.

Su belleza,
bajo la levedad del polvo,
escondida

Lo tomé en mis manos,
ceremoniosamente,
cuidando que el delicado tejido
no sufriera algún quebranto.

Lo ondulé en el aire,
una,
dos,
tres veces…
y se esparció una nubecilla gris

Las aves agitaron sus alas;
o eso me pareció.

Las flores,
desprendieron un hondo perfume;
o eso creí.

Los flecos, largos y sedosos,
se arquearon en el aire como juncos.

Entonces,
me ceñí el mantón
y me sentí reina






Olga María Ramos
Enero 2007

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26 febrero 2007




DELICATESSEN
Diciembre 2.006


Olga Ramos se “reinventó” el cuplé, dándole su máxima expresión, descubriendo sus más recónditos matices. Hizo de él una exquisitez o, para decirlo de manera más sofisticada, una delicatessen.
Daba igual que el cuplé fuese frívolo, picaresco, sentimental, cómico o dramático porque a todos les daba el punto, infiriéndole fundamento para deleite de los gourmets más exigentes.
Los que tuvieron la oportunidad de degustar un cuplé cocinado por Olga ya no fueron capaces de digerir otros, aún si venían en un envoltorio sugestivo.
Escuchar el cuplé a Olga Ramos se convirtió en una experiencia casi religiosa y más aún en su local que, por derecho propio, ella transmutó en templo del género, catequizando al espectador.
Sorozábal comentó en cierta ocasión: “Esta mujer debería dedicarse sólo al violín”. Tenía razón el maestro pues su valía como concertista era incuestionable pero… nos hubiéramos quedado sin esa delicatessen.


Olga María Ramos

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12 febrero 2007




Las carpas o teatros chinos eran teatros móviles, construcciones de lona con estructura de hierro, directamente instaladas sobre el suelo de tierra, con sillas de madera plegables pequeñas e incómodas que hacían las veces de patio de butacas, y dos laterales de bancos sobre una tarima, “el gallinero”. En las carpas trabajaban compañías que incluían un pequeño ballet, no más de seis bailarines, una o dos chicas guapísimas que hacían las veces de vedette, uno o dos cómicos populares con monólogos al estilo de lo que ahora conocemos como “club de la comedia”, un imitador de famosos, a veces un mago, un transformista, un cuentachistes, un cantante de grandes éxitos de la canción española de ayer y de hoy, una folclórica con bata de cola...

No llevaban decorados, bastaba un telón trasero, y los focos justos. No llevaban orquesta, claro está, al principio se apañaban con los músicos de la banda del lugar más un par que iban con la compañía y que eran los que marcaban la melodía principal. Después, la música de lata solucionó el problema, y los micrófonos y altavoces le dieron una dimensión desconocida a las carpas.

Las estrellas del espectáculo se podían permitir pernoctar en el hostal más próximo o tenían rulot, pero el resto de los artistas se alojaban en casas del pueblo donde les alquilaran una habitación, con derecho a un plato del puchero familiar. El ritmo de trabajo era bestial, después de comer, los ensayos, después de los ensayos la primera función de la noche, a las nueve, otra a las once o doce, y si la ocasión era buena, otra a las dos o tres de la mañana. Salían de la carpa con el tiempo justo para dormir, levantarse, comer, y volver a la carpa. Un día y otro, hasta que la feria del pueblo se acababa, y se desmontaba el tinglado para volver a levantarlo en otra feria, y después en otra y en otra, hasta que se acababan las fiestas, tras cinco o seis meses sin descanso, hasta el año siguiente.

Las carpas eran la principal atracción de las ferias en pueblos grandes y ciudades pequeñas. Cada año se esperaba con expectación “a ver qué trae la compañía”, y cada año se formaban colas eternas para conseguir las entradas. En primera fila, pasillo central, se sentaban los hombres coloradotes por el sol del campo abierto, con su boina, su camisa blanca reservada para ir a las fiestas, y la cartera, atada con un cordel o una gomita, repleta de billetes tras la venta de la cosecha o la mula o el apero. Se sentaban bien cerca del escenario, lo máximo posible, porque igual había suerte y “bajaba la vedette”.
Que bajaba la vedette quería decir que una chica despampanante, como de otra galaxia, apenas vestida de lentejuelas y plumas, abandonaba el escenario por una escalera preparada para ello, y se sentaba sobre las rodillas del campesino mientras le soltaba unas picardías que las mozas decentes no podían ni imaginar. Y las vedettes, que se las sabían todas, que estaban curtidas en todas las batallas y alguna más, tenían un sexto sentido desconocido para elegir a sus víctimas entre los que más juego podrían dar. El respetable se partía de risa viendo encenderse la cara del elegido, el elegido se llevaba un recuerdo imborrable y maravilloso y accedía, aunque fuese por unos segundos, al tacto y a la vista de una mujer imposible, y la vedette redondeaba su número musical entre aplausos. Todos contentos.

Bárbara Rey, Antonio Ozores, Andrés Pajares, Fernando Esteso, Lilian de Celis, Pepe Da Rosa, Quique Camoiras, Arévalo, Beatriz Carvajal, Manolito Díaz, eran algunos de los reyes de las carpas en los sesenta y setenta, junto a varias decenas de artistas cuyo nombre no trascendió. Las compañías más grandes sólo iban a ciudades que tenían teatro, eran más estables y tenían mejores repertorios y medios escénicos. Pero allí donde no llegaban ellos, llegaban las carpas, para ofrecer la que era la única ocasión de asistir a un espectáculo para la gran mayoría del público rural.

04 febrero 2007


Fue aquel 14 de febrero de 1.948, en el Teatro Cómico, en Barcelona. Se subió el telón para estrenar la Revista ¡Taxi... al cómico!. Yo les he conseguido entrada.


El libreto lo firmaba José Andrés de Prada, una vez olvidado de sus éxitos como escritor de dramas rurales, tan de moda a principios de siglo. A cargo de la música, el imperecedero maestro Francisco Alonso, y el maestro Cabrera se puso al pie de la orquesta para la ocasión.


Pero claro, allí no acudieron las masas a mirar fijamente la espalda del maestro en el foso, más bien el atractivo lo ponían Alady, en su mejor momento profesional, Gema del Río, Maruja Tamayo tan divina como asegura esta foto, y Rina Celi, estrella de la canción del momento, y que a mí personalmente me cae gorda.

La música no tiene desperdicio, como casi siempre. La trampa mortal era arrancar con el fabuloso foxtrot titulado como la función, ¡Taxi... al cómico!. Después de semejante bombazo de energía simpática y alegre, bastaba mantener un poco el ritmo para hacerse con el público. Si un día les cuesta trabajo levantarse de la cama, o dudan entre la escopeta y el puente más próximo para poner fin a sus cuitas, prueben ¡Taxi... al cómico! a la máxima potencia. Conocerán el poder de la Revista.

De la samba se hacían cargo la del Río, la Tamayo y nuevamente Alady. La cosa era recoger las modas musicales, ya se sabe, y la samba arrasaba con su memoria de cafetal, el toque exótico y carnal del Brasil y esos movimientos que invitaban a la dama a descocarse toda ella y al caballero a no perder detalle de la coreografía.

Bajo la lluvia
, otro foxtrot entre Gema del Río y Alady, "yo por eso uso/ el impermeable ..." Bajo el chaparrón, la vedette iba provista siempre de impermeable, y si llueve mucho ya sabía ella que alguno al pasar la taparía, en fin, todo había que decirlo en clave... Con el asunto del agua y la chica empapada, y tápeme usted que mire qué frío hace, y uy la que está cayendo señor mío, la Revista tiene varias docenas de números musicales, unos más descarados que otros. Pondremos este Bajo la lluvia en el término medio en la escala del picante.

Las mimosas
, con su introducción de trompeta y el piano impagable, y Gema del Río asegurando que "la mujer para ser deliciosa, con su amado ha de ser muy mimosa, muy mimosa, muy mimosa..." Se puede imaginar con facilidad la cara derretida de más de uno. Este número cumplía dos funciones muy claras: calentar el ambiente y dar oportunidad de lucimiento a la artista, y visto ahora en seco, sin vedette guapetona poniéndote morritos, la letra pierde bastante, es la verdad, aunque la melodía es una delicia que se defiende sola.

La muchacha del Oeste
, o Rina Celi ilustrando al respetable sobre las maneras de las amadas del cowboy, y para mi gusto fuera de sitio, pero aquí está para la posteridad.




26 enero 2007






...una de las necrológicas más bellas la escribió Eduardo Haro Tecglen sobre la muerte de Celia Gámez. El comentario de Haro Tecglen aparecía con el título 'Muere Celia Gámez, cuyas canciones reflejan casi toda la vida de España en este siglo', y con este subtítulo: 'La popular tonadillera, que padecía mal de Alzheimer, será enterrada hoy en Buenos Aires'.

La entradilla sintetizaba informativamente la noticia y la importancia de la tonadillera desaparecida: «A las 10 de la mañana de ayer en Buenos Aires murió, escondida del paso de las décadas, una leyenda española: Celia Gámez, La Celia. El mal de Alzheimer, que la invadía desde hace años, apagó su voz en un hospital geriátrico cercano al arrabal de La Chacarita, en cuyo cementerio será enterrada hoy, cerca de donde la célebre tonadillera nació. Tenía 87 años, pero aquí, en el que fue su Madrid, su edad fue siempre un misterio impenetrable, parte de su identidad, casi desde que llegó a España con su inconfundible voz nasal adolescente. Murió como vivió, rodeada de gente, de su gente. La huella de sus tangos, cuplés y chotis atraviesa casi toda la España de este siglo».
El texto de Haro Tecglen es ya un retrato de toda una época de España:
«La Celia, la llamaba el pueblo madrileño: una adopción. «Eso quien lo canta bien es La Celia», le dijo un día una muchacha española en una casa de París donde estaba escondida, de incógnito, como si huyera de un amante (luego lo cuento), cuando la escuchó tararear la 'Estudiantina portuguesa' mientras se planchaba un traje (todas sabían planchar: costumbre de camerino). Vino aquí con papá, de niña, cantando tangos -con buen estilo, como Imperio Argentina; los paseó por la monarquía, y por el Madrid golfo del teatro Pavón, las churrerías al amanecer -con aguardiente-, los militares ludópatas del Círculo de Bellas Artes, los señoritos con pistola y las 'vedettes' amantes de generales (La Caobita con el dictador Primo de Rivera; y otras que aún viven y tienen título del franquismo). Era una belleza: una gran belleza. Un día le dije que sus fotos en 'Crónica' y en 'Estampa' habían sido una de mis primeras pasiones sexuales de niño y no le hizo gracia: era un recordatorio de la edad. Y lo cierto es que los años le embellecían.

Pasó con felicidad de la monarquía a la República. Como el Madrid golfo, y la Puerta del Sol de los grandes cafés de tratantes de ganado -El Colonial- y los periodistas, los intelectuales -Correos, y Pornbo: tiraron la casa de ese templo, y aún sigue siendo un solar en la calle de Carretas-; hay un gran retrato de época en los primeros tomos de memorias de Cansinos Assens (Alianza Editorial); del tercero no se sabe nada. En esa época le llegó su apogeo: centro de la revista más bien soez de la época, Celia entró en un monumento -cuidado, dentro del género- que fue 'Las Leandras', de Muñoz Román y del maestro Alonso: 'Pichi', 'La java de las viudas'... Los números aún se cantan, y existe un disco con su voz de aquella primera época, aunque trágicamente reformado: la voz es la misma, pero han creído mejorarlo al añadir a su banda sonora una gran orquesta moderna (Colección Con Plumas: dicho sin mala intención).

Celia, falangista: siguió siendo durante toda la República amiga de militares, señoritos con pistola; añorante de un rey por el que no se sabe si tuvo amoríos -era un rey muy aficionado al teatro; muy madrileño y, como todos, ilusionado por Celia Gámez- aunque ella no desmentía nada: ni afirmaba.

Los fascistas pasaron

La guerra civil la cogió fuera, en la gira -entonces se decía 'tournée' por el Norte; y se sumó con alegría y con ilusión. Es verdad que ciertos oficios necesitaban de las clases poderosas para subsistir: las castas que mantenían. Además, esos oficios eran profundamente católicos, y llenaban sus cuartos de imágenes. Celia ganó la guerra y se lanzó a la victoria con un chotis: 'Ya hemos pasao'. Era una respuesta burlona al 'No pasarán' de los madrileños. En las 'Canciones para después de una guerra', de Basilio Martín Patino, está, entero, tal como se filmó entonces: con imágenes de los portadores obligatorios de paz en el contrapunto de la Cibeles protegida por ladrillos y sacos terreros y del Madrid hambriento. No, ciertamente, por voluntad de quienes le defendían, que eran los hambrientos.

Pero Celia, con su triunfo militar, se quedó sin género. ¿Cómo iba a reponer 'Las Leandras'? Era la supuestamente divertida historia de unos provincianos que van a un burdel y se equivocan con un colegio religioso -la orden de las monjas Leandras, o de San Leandro-, y los chistes eran los adecuados: «Tenemos una pupila que hace unas maravillas en puntillas», aludiendo a la labor que aprendía la niña, y a los paletos se les hacía la boca -o lo que fuera- al pensar en esa maravilla pequeñita que se ponía de puntillas para el sexo... Tardaría muchos años en revisarse la letra, el argumento y dejar casi solamente los números para que Celia pudiera reponerla. La revista no cesaba, pero era modosa, con trajes largos y pequeñas insinuaciones sin exageración. Nada de eso era digno de Celia Gámez -o Gómez, su verdadero apellido-: inventó un género.

El matrimonio como escándalo

Y se casó. Quiso entrar en la burguesía por la puerta grande, por la de San Jerónimo el Real. Si sus amores habían sido relativamente escandalosos, su matrimonio lo fue más: una apoteosis de todos los escándalos. En la gran escalinata del templo se habían acumulado miles de madrileños con flores: cuando la vieron llegar vestida de blanco, como una virgen, su indignación fue enorme. Quisieron lanzarse sobre ella para arrancarle lo que les parecía una burla. Iba del brazo de lo quedaba del general Millán Astray, tantas veces caballero mutilado, que era su padrino: y éste tuvo que gritar el clásico «¡A mí la legión!», y los caballeros legionarios les protegieron y entraron con ellos en el templo; y les sacaron por una puerta trasera cuando la multitud lo invadía, persiguiéndoles. Al día siguiente hubo que hacer en los Jerónimos ceremonias especiales de rehabilitación de la iglesia profanada... Unos hermosos espectáculos que ya no se pueden producir.

Todavía le quedaba lo que podría ser su gran amor: el periodista Francisco Lucientes. «Por fin uno del 'Heraldo' se acuesta con Celia», dijo el cínico González Ruano: un cuarto de siglo de retrato. Lo vivieron como una tragedia. Paco dejó todo para dirigir la compañía de revistas; luego, ella dejó el teatro y los dos se fueron a vivir a París Al exilio sexual. No fácil: eran dos temperamentos duros. A Paco le hirió de muerte. Cuando se separaron definitivamente, él fue a Estados Unidos -donde había conseguido su mayor fama- y volvió a España para morir prematuramente. Ella siguió en el teatro: pero ya mal. Se volvió a Buenos Aires. De cuando en cuando volvía: recibía un calor popular, pero tenía que dejarlo. Recuerdo de ella dos imágenes: poniendo el jazmín en la solapa a Lucientes, en la reposición de 'Las Leandras' (censurada), cuando se conocieron; y en París, diciéndome: «Me ha dicho una vidente que seré presidenta de la República Española. Cuando elijan a Paco presidente, claro»: vi que por el bar del hotelito modesto pasaba la sombra de Eva Duarte».


Antonio López Hidalgo, 1999; La necrológica como género periodístico, en Revista Latina de Comunicación Social, número 15, de marzo de 1999, La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999c/114lopez.htm

25 enero 2007





Tenía una belleza rotunda de señora, modos de alteza que va y viene por los salones de la alta sociedad concediendo bailes al galán, delicada pero firme, era Celia Gámez más dama que mujer y más diva que dama. Alta, delgada, con conciencia plena de crecerse ante la mirada masculina del respetable, Celia Gámez acapara la atención y los sueños románticos de miles de admiradores que, de esquina a esquina del país, la desean, la aplauden y la encumbran en la eternidad.

No se sabe bien por qué ni cómo llega a España esta bonaerense nacida en 1.902. Con veinte años canta tangos y entra en el teatro poco después, por la puerta grande, y armando un lío tremendo al estrenar “Las Leandras”, en 1.931, todavía hoy la obra más recordada y más cantada, la primera que viene a la cabeza cuando se habla de Revista y con el mérito de ser conocida incluso por los que aseguran no conocer ninguna. Por la calle de Alcalá, ya saben.




Tenía dos armas que respaldaban sus buenas artes: una voz por encima de la media, sin ser extraordinaria, y una capacidad muy particular para jugar al teatro en terrenos ambiguos, vistiendo con el mismo talento las ropas y los personajes de ambos sexos.

Celia atrajo por fin hacia la Revista al público femenino, que hasta entonces se había mantenido muy al margen del género. Y lo hizo en virtud de un tono teatral más elevado, más colorista, y desde luego más fino, que marcó desde entonces una distancia descomunal entre la Revista gamberra y erótica de los clubes nocturnos, esa del alterne y las cargas policiales contra los travestidos, y la Revista teatral para matrimonios honorables, culta y normalizada socialmente, bien vista.

Celia Gámez protagonizó distintos escándalos de índole personal: su intensa amistad con Millán Astray, su anexión al régimen franquista (que primero le facilitó las cosas y más tarde obstaculizó sus posibilidades de permanencia), una lista interminable de amantes reales o ficticios en algunos casos de sangre azul, sus famosas broncas por los camerinos que hacían temblar los decorados, sus extravagancias con el dinero... Pero más allá de todos esos asuntos, anecdóticos al fin, el escándalo más cierto era Celia Gámez sobre un escenario, concediendo a la Revista una dignidad y una elegancia desconocidas, desde una personalidad artística difícil de explicar que enturbiaba el corazón del espectador. Curiosamente el cine nunca quiso quererla, no la entendió, no consiguió capturar la magia de su tremenda presencia en directo.

Murió el 10 de diciembre de 1.992, en el Buenos Aires de su nacimiento. Y no se llevó ni el homenaje público y oficial que se había ganado, ni una placa en ninguna calle. Mucho me temo que a causa de haber sido la representante del régimen en los escenarios, quedó en el olvido que también había sido la mayor embajadora de la Alta Revista Musical.





20 enero 2007




Es forzoso recordar a la primera de las grandes cupletistas. La Fornarina, nada menos. Hija de una lavandera y de un guardia civil, nació en 1.884 para enseñarle a la música española a enamorarse de las maneras de París. Luego serían todas las demás, pero primero fue Consuelo Vello Cano, La Fornarina. Cantó y conquistó al público con su erotismo tibio, educado y elegante, desde el Actualidades, el Romea y el Kusaal, templos madrileños de aquel cantar liberal y desvergonzado que apenas había comenzado a caminar.

Y el público la adoró, y besó desde entonces las postales con su imagen, y se fijaron en ella todas las que entonces querían ser cupletistas. En 1.907 estrena “Las aventuras de Don Procopio en París”, de José Juan Cadenas y Álvaro Retana, donde La Fornarina funde para siempre su nombre al del cuplé, y se hace eterna muriendo muy joven, con sólo 31 años, en lo más alto de su carrera, y dejando para el recuerdo “Malhaya la suerte mía”, “Ven, Mimí”, “Luna Park”, “La paraguaya”...

De ella escribió Retana: «fue desde el instante de su aparición en un tablado como cupletista el oro de dieciocho quilates imponiéndose a los metales falsos, la espiritualidad incompatible con la plebeyez, la picardía elegante desdeñando la ñoñería. La estrofa más peligrosa de insinuación, en labios de ella mecíase en un claroscuro que permitía la pincelada rosa, pero jamás el rojo encendido. Emanaba de toda su figura ese efluvio atrayente, esa fuerza dominadora de la mujer extraordinariamente femenina»(*)


(*) Extraído de “Historia del arte frívolo”, de Álvaro Retana. Editorial Tesoro, Madrid, 1964.



Como homenaje, dejemos que su voz suene de nuevo, un siglo después.

La Fornarina - La Machicha, de Aventuras de Don Procopio en París, 1.907




15 enero 2007

"... Cinco minutos nada menos,
así se llama la opereta
Cinco minutos nada menos,
la más graciosa y más completa.

Si te figuras que exagero,
pregunta y todos te dirán
que es la obra cumbre de Guerrero
y de José Muñoz Román..."


Eso cantaba la publicidad. Claro que sí, Cinco minutos nada menos tenía su publicidad, integrada como texto musical en la propia obra, que no sólo invitaba a disfrutar de la función y servía como excusa para presentar a sus intérpretes, sino que también recomendaba encarecidamente al público en general que acudiera al Teatro Martín, porque ¡a Martín, a Martín, todo el mundo va a Martín!.

Estrenada el 21 de enero de 1.944, hasta mil ochocientas representaciones seguidas en ese teatro alcanzó esta opereta cómica en dos actos que, al margen del marketing promocional, resultó ser una de las Revistas más importantes, más recordadas, y más representadas también.

En el elenco no faltaba nadie: Maruja Tomás, la impresionante primera vedette de la época, Lepe, Bárcenas, Heredia y Estela como cómicos intachables, y Maruja Tamayo, de segunda pero no de segundona, junto a otros grandes, curtidos en mil batallas: Carlos Casaravilla, siempre tan guapo, Rafael Cervera, Pepita Benavent, Amparo Sara, Paquito Cano, Eguiluz...

Algunas de las piezas de Cinco minutos nada menos se saltaron las barreras del teatro y se colaron para siempre en la cultura musical popular. Es el caso de "La Montijo y sus dragones", un pasodoble que con los años no se sabía si es que había sido utilizado en una Revista o si había partido de ella. Lo mismo ocurre con "Una mirada de mujer", precioso foxtrot mano a mano entre Maruja Tomás y Carlos Casaravilla.

Y es seguramente en la calidad musical donde reside uno de los secretos del éxito de esta opereta, que se preocupa en cubrir además todas las exigencias del público de la época, siempre pendiente de la moda: chotis, fox, rumba, pasodoble, marcha, polca...


Disfrutemos.

01 - ¡Todo el mundo a Martín! - publicidad

02- Dígame - chotis

03 - Si quieres ser feliz con las mujeres - marchiña

04 - La Montijo y sus dragones - pasodoble

05 - La tartamuda y el sordo - rumba

06 - Mujer, mujer - marcha

07 - California - xamba

08 - La polca-ca - polca

09 - Una mirada de mujer - foxtrot

10 - Sueños de mujer - slow fox

14 enero 2007





A Mary Santpere la llamaban la Reina del Paralelo. Hija de Josep Santpere, "Papitu" le decía ella, tremendo personaje del teatro barcelonés de los años 30, Mary encarnó con frescura el centro neurálgico de la Revista Musical Catalana, casi un género aparte, tan despegado de la Revista madrileña que cuando profesionales como Alady, o como la propia Santpere, saltaban a los teatros del centro del país, encontraban un público muy distinto, otro tono, una manera de hacer teatro que requería cierto período de adaptación. Aunque eso es sólo otra muestra de la diversidad y la riqueza de la Revista Musical, y de su inaudita capacidad de transformación.


La Santpere llegó a ser una intocable, una especie de show-woman que cabía en cualquier parte, y que en todas contaba con el cariño del público. Su aportación a la Revista Musical Catalana no se puede listar en frío, ni separar de sus colaboraciones en el cine, en decenas de películas. Desde la gira sudamericana con la compañía de Joaquín Gasa, hasta el espectáculo "Luces de Madrid" con Carmen Morell y Ángel de Andrés, la Santpere no pierde oportunidad de hacerse un hueco en la historia del teatro, con una personalidad que arrasa y la diferencia del resto. En el Circo Price demuestra lo versátil de su talento ante todo el país: presentadora, payaso (fue la primera mujer payaso de Europa), o incluso de mujer forzuda,... y en el 76 en el Teatro Romea defiende a doña Inés con la misma soltura con que hubiese podido atacar el papel de don Juan.

Grandullona, pícara tierna, elegante en su porte desgarbado, Mary Santpere ejercía de maestra de ceremonias sobre el escenario, un punto por encima de su propio personaje, y llegó a ser una especie de garantía de calidad, de sello que validaba el espectáculo, gracias a una capacidad magnética para el humor, para la improvisación y la comunicación con el público, que la recibía sin reservas como quien recibe a una amiga de toda confianza.

08 enero 2007




LAS SEIS REVOLUCIONES DE LINA MORGAN

SEXTA REVOLUCIÓN: Si yo volviese ahora al teatro, sería con una Revista.

Hace más de quince años que se bajó de un escenario y a partir de entonces conforma a su público desde las series de televisión, unas veces con más acierto que otras. Sea como sea, sigue pendiente su regreso al teatro, a su teatro. El público siente que la tele es un divertimento para Lina, una sala de espera mientras se cuece otra cosa más importante.

Puede que su regreso a La Latina no llegue nunca, o puede que esté a punto de ocurrir. Pero hay que ser Lina Morgan para pensar en volver con una Revista. Es la única persona en este país que puede pronunciar una frase como esa. Esa frase resume toda una vida de remar contra la corriente, de saltarse los muros y de jugar con fuego como norma de la casa.

Y ella va y la pronuncia. Conociendo su historial, da mucho respeto verla barajar.