03 enero 2007



Aposté con un amigo que era capaz de hablar interminablemente de Revista Musical Española en este blog, sin nombrar a Lina Morgan en ningún momento. Bueno, pues doy la apuesta por perdida. ¡Pero que conste que he aguantado varios meses!
Quizá pueda hablar hasta el fin de mis días sobre Revista, pero sería una injusticia abominable desdeñar el nombre de quien tiene la culpa de que me asomara al género, de quien me despertó la curiosidad por conocer más vedettes, más funciones, más números, de dónde viene y hacia dónde va la Revista. Prefiero perder una apuesta que continuar dejando un hueco tan enorme en esta historia que llena mi blog, y mi cabeza.
Yo llamo a Lina Morgan la Maestra. La Grande. Sí, la Reina. Tengo razones para ello, más allá de la admiración personal o las hipótesis. Más allá de que sea una señora encantadora.
Tengo razones muy reales, basadas en datos rigurosos y en mi conocimiento sobre Revista, sea poco o mucho. Y voy a compartirlas.
Ténganlo en cuenta y luego no digan que nadie los avisó: Lina Morgan mejoró la Revista. Su aportación podría llenar varios estudios teatrales y ser punto de partida para una nueva óptica de la comedia con toda facilidad. Primero la dignificó, después la modificó y terminó haciendo evolucionar un género que parecía intocable y que se moría asfixiado por el peso de los años y de los cambios sociales. Y lo hizo desde el texto, desde la interpretación, desde la improvisación, desde la música, desde la composición escénica...
No aspiro a descubrirle a nadie las américas. Sólo a que cuando oigan en alguna parte "Lina Morgan, la Reina de la Revista", sepan por qué eso no es un halago rimbombante, sino una afirmación del todo prudente.
Ya lo verán.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por lo poco que sé de Revista (así, con mayúscula, como justamente la escribe usted) y lo poquito que conozco a Lina Morgan, creo que hay motivos sobrados para una reivindicación tan sincera y bien fundada como la suya.
Yo, ausente de España en los años del 67 al 87, sólo he podido conocerla por algunas de sus películas, alguno de sus espectáculos (¡revistas!) en su entrañable La Latina y una serie en TVE, "Hostal Royal Manzanares", que desearía muchísimo poder ver de nuevo (con actores enormes como Fernando Delgado, el llorado Rafael Alonso, Mary Begoña, Joaquín Kremel, Tete García Ortega, etc...) porque cada episodio era como un sainete madrileño "a lo moderno".
Cuando murió la tan grande en lo teatral como pequeñita en lo físico Loreto Prado, poco después de la guerra, ya tenía Lina Morgan seis o siete añitos (si no miente la placa de su casa natal en la calle de Don Pedro), y la imagino haciendo travesuras por los puestos del Mercado de la Cebada, que era aún el antiguo, el de fundición que daba gloria verlo, y no el horroroso de hormigón que edificaron en su lugar en los años cincuenta. Pero, pese a esa coincidencia en el tiempo entre la Prado y la futura Morgan, que excluiría en principio toda posibilidad de reencarnación propiamente dicha, siempre he creído que el espíritu sandunguero, comiquísimo y resalado de Loreto se trasladó a esta otra diminuta hija de los madriles, auténtico "animal teatral", con perdón de la expresión, que cuando pone los ojos tiernos (¡porque Lina no es toda risa ni muecas!) me recuerda inmediatamente a la gran Giulietta Masina de "La Strada". Los críticos que desprecian a los cómicos por no dedicarse al drama (¡como si hacer reír no fuera mucho más difícil que hacer llorar!) podrán confinar en un apartado "menor" a estas mujeres que han hecho reír a generaciones (a cuya nómina quisiera añadir otro nombre de oro -¿sugerencia para nuestra querida Aswad?- de los escenarios españoles, la grande -ésta sí, también en lo físico- Mary Sampere, e Isabelita Garcés, y Gracita Morales, y Julia Lajos y etcétera etcétera), pero el público, el buen público que agradece y recuerda, siempre llevará en sus adentros el eco de su risa, o mejor dicho el de la propia risa (¡un buen actor cómico ha de reír poquísimo!) al verlas a veces no ya actuar, sino simplemente salir a escena (en esto Lina es, como en muchas otras cosas, maestra).
Y en la Revista, junto con las vedettes esculturales, ocupan un sitio destacado estas otras vedettes tan especiales como Lina Morgan o la Sampere, que con su gracia y presencia escénica, sus "gags" y sus geniales interpretaciones auténticamente desternillantes, ponen el debido contrapunto a las etéreas y románticas historias de amor entre, verbigracia, el bello e inalcanzable príncipe azul y la hermosa mujer de origen humilde.