07 enero 2007




LAS SEIS REVOLUCIONES DE LINA MORGAN


QUINTA REVOLUCIÓN: Como la Revista no se puede cambiar, yo ya la he cambiado.

Ni fue automático, ni pienso que calculado. A lo largo de los años sobre el escenario, Lina fue conformando su propio personaje, y también su propia manera de hacer Revista.

Para su personaje eligió retales de aquí y de allá, una mirada de Giulietta Massina, una versión de una reacción de Charlot, un golpe de jota aragonesa, un remache de algo captado en el metro o en un mercado, el recuerdo de un giro del habla popular, una lejana sombra de Cantinflas, un toquecito de clown, una improvisación que cuaja, la parodia de una beata, el instante de sorpresa en los ojos de un niño pequeño... El monstruo se va conformando día a día, ante el público, a lo largo de cuarenta años, atendiendo con rigor a sus reacciones, escuchándolo con ansiedad, contando siempre con su opinión para poner y quitar piezas, para ensamblar el esqueleto de un personaje único, distinto a todos, imperecedero de puro atemporal, con marcas indelebles de genialidad.

De aquella chica de conjunto que soñaba con ser una gran vedette surgió algo mucho mejor, una nueva forma de ser vedette, una que reunía parte de los encantos de la vedette con las maravillas de una actriz cómica personalísima. A partir de Lina Morgan, hacen falta muchas más virtudes para ser una gran vedette.

Y esa nueva forma de ser vedette ganaba su coherencia en una nueva forma de hacer Revista. Lina consiguió lo inaudito, lo imposible, encontrar un medio camino entre la Revista y la comedia musical, un híbrido delicioso, un entre géneros riquísimo en matices, más interesante y más vivo que su punto de partida. Lina le pierde el respeto al sólido reparto de categorías, con su formato casi militar. Lina osa montar números musicales de Revista con ópera, con rock, con música clásica, saltándose los límites celosamente establecidos tras un siglo de tradición. Lina se atreve a hacer Revista Musical para todas las edades, sexos, ideologías y clases sociales, llevando la picardía hacia el humor blanco y guardando en cofre sellado el erotismo, que apenas a fuerza de mucho mirar se adivina, algo impensable que, en vez de anular la esencia de la Revista, la refuerza y vivifica contra todo pronóstico. Transforma una forma teatral sin opciones de supervivencia en una Revista de la democracia, adaptada al público de la democracia, explotando las nuevas posibilidades que este cambio ofrece, y a la vez, conservando en pie un género que sin Lina hubiese desaparecido mucho antes, y lo que es peor, sin dejar ninguna puerta abierta por la que poder regresar algún día.

Porque por encima de todos sus méritos, Lina Morgan marca las pautas de la evolución. Si se hiciera Revista ahora, o dentro de cien años, inevitablemente habría que mirar lo que hizo Lina Morgan, habría que basarse en su trabajo y partir de él. Ningún otro nombre de la profesión se puede atribuir nada semejante a esa responsabilidad. Ninguna otra vedette, más grande o más pequeña, engrandeció hasta ese punto su propio cometido. Ninguna otra mujer arriesgó más por la Revista, ni resulta más necesaria para la historia pasada y futura de la comedia española.

Y ninguna otra, jamás, le hizo sombra a Lina Morgan.




No hay comentarios: