12 abril 2007




PASTORA IMPERIO (1ª parte)


Nace Pastora un Domingo de Ramos del año 1889 en el barrio sevillano de la Alfalfa, fruto de la unión de Víctor Rojas, sastre de toreros y de la bailaora gitana Rosario Monge "La Mejorana". El padre enferma y en busca de mejor fortuna viajan a Madrid y se instalan en una casa donde tiene su academia de baile Isabel Santos. Con 13 años debuta en el Salón Japonés; le acompaña una muchacha llamada María con la que forma el dúo "Las Imperio”. Un día D. Jacinto Benavente, tras verla bailar, exclama: “¡Esta Pastora vale un Imperio!” Y así queda bautizada.

Fundamentalmente, bailaora -nadie como ella para alzar esos brazos de alabastro al compás de alegrías, soleares o tanguillos. Pero Pastora también canta y se hace célebre con “El Garrotín”. Chótis y cuplés forman parte de su repertorio: “SM el Chótis”, “Luis”, “Viva Madrid” o “La pena, pena”. El 20 de febrero de 1911 en la iglesia de San Sebastián de Madrid se casa con el torero Rafael El Gallo pero el matrimonio apenas dura un año. Del motivo de la ruptura nunca se supo pues, como si hubieran acordado un pacto de silencio, jamás hicieron comentario alguno.

Pastora fue una mujer carismática, simpatiquísima y con gran sentido del humor. Y si no vean lo que le contestó a un entrometido reportero:
-¿Cuál es para usted el ideal de la dicha terrestre?
-El arroz con pollo.
-¿Cuál es para usted la más estimable virtud?
-La de no molestar con preguntas indiscretas.

Su hermosura no tenía parangón pero lo más llamativo, además de su mayestática estampa, fueron sus ojos verdes que inspiraron a más de uno. Graciano y Font de Anta le dedicaron: “Porque a Dios le dio la gana en sus divinos antojos he nacido yo gitana sin tener negros los ojos… ” De ella dijo Benavente: "Es la escultura de una hoguera". De Álvaro Retana son estas palabras: “Ella, con el fulgurante verdor de sus ojos maravillosos, emboscados como esmeraldas bajo el arco frondoso de sus cejas, su nariz respingada, su cabellera, comparable a una noche sin luna y sin estrellas y su porte majestuoso, impresionaba al auditorio con su sola aparición en el tablao.”


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(extraído del libro "El cuplé, crónica de una época", de Olga María Ramos)

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