
El Molino. Breve historia (II)
Music-Hall, una palabra sin traducción en ningún idioma, con apariencia de inglesa aunque de origen francés, define al mayor cajón de sastre jamás soñado sobre un escenario. Miscelánea de todos los artistas y todas las artes escénicas, en el Music-Hall, (como en su hija pequeña, la Revista Musical Española), todo tiene cabida y todo está en su lugar correcto, no sólo presenta los números musicales más modernos y humoristas con chistes sobre casos de la actualidad, sino que también da cobijo a multitud de artistas de circo: magos, equilibristas, trapecistas, mujeres barbudas, mimos, funambulistas, forzudos, payasos... todo aquel que no requiera demasiado espacio para trabajar, pues se tiene que ceñir a las dimensiones de un escenario incluso inferior al de un teatro a la italiana. Y por supuesto chicas, muchas chicas, y muy guapas, y lo más ligeras de ropa que fuese posible.
El Music-Hall se apropia del Paralelo y hace crecer los teatros a su paso hasta darle a esta avenida fama en toda Europa por ser la que mayor número de locales dedicados al espectáculo aglutina. La calle entera, el barrio entero en realidad, era como un teatro gigantesco, donde academias de artistas, cafeterías, prostíbulos, hoteles, sastrerías, pensiones, fondas, tiendas de comestibles, todo servía a los artistas y al público de los teatros, y los vecinos del barrio terminaban por implicarse de un modo personal en las idas y venidas de la gente del teatro, en si tal o cual función cuajaba, en cómo está la taquilla hoy. Hasta el punto que posteriormente grandes empresarios de Revista, como Colsada, organizaban pases privados para los comerciantes del Paralelo antes del estreno, pues eran los que le dirían mejor que ningún crítico lo que iba a gustar y lo que no tenía opciones.
Cuando el Petit Palais comienza a traer los espectáculos más importantes del Moulin Rouge francés, por supuesto versionándolos “a la española”, es decir, con menos medios económicos, con trajes menos vistosos y un sentido de la puesta en escena muy distinto, el resto de los negocios del espectáculo del Paralelo barcelonés corren a copiar a su vez las funciones del Petit para arrebatarle el público.
En 1.911 es ya tanta la presión que soporta, que el Petit Palais monta en un esfuerzo final una gigantesca caravana-espectáculo por las calles de Barcelona, que jamás había visto en su historia nada parecido. Un lujo de cabalgata con multitud de carrozas con flores, orquestas, bailarinas, caballos. Una muestra de poder que llevó a la ruina al Petit Palais, apenas un año después de su apertura, que no consiguió con aquel derroche de marketing la respuesta de público que esperaba.
El Music-Hall se apropia del Paralelo y hace crecer los teatros a su paso hasta darle a esta avenida fama en toda Europa por ser la que mayor número de locales dedicados al espectáculo aglutina. La calle entera, el barrio entero en realidad, era como un teatro gigantesco, donde academias de artistas, cafeterías, prostíbulos, hoteles, sastrerías, pensiones, fondas, tiendas de comestibles, todo servía a los artistas y al público de los teatros, y los vecinos del barrio terminaban por implicarse de un modo personal en las idas y venidas de la gente del teatro, en si tal o cual función cuajaba, en cómo está la taquilla hoy. Hasta el punto que posteriormente grandes empresarios de Revista, como Colsada, organizaban pases privados para los comerciantes del Paralelo antes del estreno, pues eran los que le dirían mejor que ningún crítico lo que iba a gustar y lo que no tenía opciones.
Cuando el Petit Palais comienza a traer los espectáculos más importantes del Moulin Rouge francés, por supuesto versionándolos “a la española”, es decir, con menos medios económicos, con trajes menos vistosos y un sentido de la puesta en escena muy distinto, el resto de los negocios del espectáculo del Paralelo barcelonés corren a copiar a su vez las funciones del Petit para arrebatarle el público.
En 1.911 es ya tanta la presión que soporta, que el Petit Palais monta en un esfuerzo final una gigantesca caravana-espectáculo por las calles de Barcelona, que jamás había visto en su historia nada parecido. Un lujo de cabalgata con multitud de carrozas con flores, orquestas, bailarinas, caballos. Una muestra de poder que llevó a la ruina al Petit Palais, apenas un año después de su apertura, que no consiguió con aquel derroche de marketing la respuesta de público que esperaba.
Nuevo cambio de dueño, y nuevo nombre: Petit Moulin Rouge.
2 comentarios:
He llegado aquí siguiendo su pista. Enhorabuena.
Un beso.
Hay planes para recuperarlo y proteger todo su entorno. Yo, pese a ser de BCN, nuenca estuve en él, era demasiado pequeño. Mis tíos sí, y cuentan anecdotas muy divertidas. Saludos
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